Cortesanía, comedimiento, atención y buen modo se están perdiendo.
Entramos en los sitios y si damos los buenos días ya no escuchamos contestación. Y si escuchamos algo, porque ponemos el oído atento, tal vez oigamos un balbuceo como quien no quiera la cosa. ¿Existe miedo en contestar?
En multitud de ocasiones nos encontramos en un recinto y las personas que van llegando ni saludan, como si no hubiese nadie. Como fantasmas en una habitación oscura.
¿A dónde hemos llegado? ¿Ésto es lo que hemos aprendido durante toda nuestra existencia?
Porque no te engañes. No quiero que establezcas una conversación conmigo como si fueras mi amiga o amigo de toda la vida. No. Simplemente, cuando doy los buenos días, por favor, contesta. Y cuando ya estoy, por favor, avisa de tu llegada con un saludo.
No vayamos por la vida como si fuéramos únicos y nada nos importe. Escuchemos y conozcamos los problemas de las personas. Intentemos ayudar de la mejor forma que nos sea posible.
Miremos a la cara a las personas. Prestemos atención. Y, por favor, demos las gracias. ¿Qué nos cuesta?
Y es que ya lo dice el refrán: » Cortesía de boca, mucho consigue y nada cuesta.»