Se acerca la Navidad y, en estas fechas, todos tenemos que ser más buenos, acordarnos de los que no tienen qué comer, de los que no tienen dónde dormir…
Tenemos que desear la gran «Feliz Navidad» a los que no hablamos durante el resto del año, a los que no conocemos, a todo el mundo…
La fiebre del consumo aparece como por arte de magia. Un día es un día.
Las celebraciones de cenas de compañeros de trabajo. Qué bien nos llevamos todos… Ah, ¿qué sólo es en este día? Pues vamos a engañarnos y como si fuésemos amigos desde la infancia.
Celebraciones familiares, dónde no faltan nuestros recuerdos, de ello se encargan las noticias de estos días, de esas personas que se encuentran solas, quizás de esas personas que no tengan nada que celebrar ni con nadie.
La hipocresía hace mella en estos días. Cuando durante el resto del año no nos acordamos de los más indefensos, ahora sí. Tal vez el empacho sea menor.
Discúlpenme si el sentido cristiano no ha entrado en nuestras vidas, pero el consumismo ha ganado la batalla.
El tener algo qué celebrar se nos impone de un modo u otro. Háganlo si es lo que desean, pero por favor, no me impongan esa bondad, esos recuerdos, esas alegrías sólo por un día.
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